Cuando Jorge Henríquez y Priscila Romero llegaron a la comunidad de la Escuela Básica Bajo Yupehue, en la zona costera de la Región de la Araucanía, el camino era de tierra y la conectividad era tan compleja que solo podían ir una vez al mes a Carahue, el pueblo más cercano, a comprar alimentos. Ambos son profesores y, luego de casarse y tener a su hija, les ofrecieron trabajar juntos en esa pequeña escuela rural. Hoy llevan 33 años en el establecimiento, Jorge como profesor encargado y Priscila como docente de primer año básico. En todo este tiempo, han visto crecer a la comunidad: Desde entonces, cuando veían a niñas y niños que en su gran mayoría salían del sistema escolar en sexto básico, hasta hoy, que juntos han trabajado para que sus estudiantes sueñen con la educación superior. El contexto sigue siendo vulnerable, pero Priscila y Jorge ven como la escuela es un faro de oportunidades para sus 48 estudiantes, que en un 80% son de ascendencia mapuche lafquenche. Hoy ellos son parte de la comunidad y trabajan junto a ella para sacar adelante a sus niñas y niños.
“Aquí conocemos a todo el mundo, porque hemos vivido muchos años acá y los apoderados son mis exalumnos. Por ejemplo, si muere alguien y nosotros no venimos al velorio, echan de menos a los profes, preguntan por qué no llegaron”, cuenta Priscila sobre la relación que tienen con las personas en Bajo Yupehue. Para ella, este vínculo es el que permitió un trabajo en conjunto que tras años de esfuerzos se refleja en la comunidad. “Hemos tenido un gran avance con los niños, de verlos que años después llegan con sus niños al colegio, a saludarnos, ya tienen un vehículo, y yo que los veía sin zapatitos cuando llegaban a la escuela. Motiva a seguir porque veo que algo aportamos con ellos, aunque sea poquitito, pero algo que es significativo para nosotros. Es mostrarles otra realidad, por ejemplo, me decía el otro día una niña, que cuando recién llegamos acá no conocían el kiwi y yo les traía para que lo probaran. Hoy ellos se acuerdan de esas cosas cuando conversan conmigo. Conocieron otra realidad, como que se les abrió más al mundo”, agrega.
Para ambos esta relación con la comunidad ha sido clave. Cuando llegaron, la escuela solo tenía hasta sexto básico y la gran mayoría de las personas dejaba su escolaridad hasta ahí. Pero con el paso de los años, el trabajo y el apoyo de la comunidad lograron abrir los cursos de séptimo y octavo básico y ampliar la escolaridad de los habitantes de la zona. Su principal orgullo es que hoy la gran mayoría de estudiantes ingresa a la educación media en establecimientos de Carahue y muchos sueñan con la educación superior.
“Lo importante es que nosotros trabajamos con personas. Y, como personas, somos complicados porque somos todos diferentes, tenemos diferente escala de valores, tenemos una formación diferente, nuestros padres, el contexto donde vivimos, todo influye. Entonces, tenemos que partir de ahí, de reconocer que nosotros mismos tenemos una carga genética y socioambiental que llevamos y que no podemos sacarnos, sino que tenemos que modelarla. Y como se dice, llegar al acuerdo”, explica Jorge sobre cómo ha tendido los puentes con la comunidad. “Más que la vocación, más que querer ser un buen profesor, hay que ser una buena persona. Y eso es educación para la vida. Porque si tú eres buena persona, en todas partes vas a caer bien y te vas a tratar de adaptar. Yo veo mis limitaciones, respeto las del otro, pero también hago que también me respeten, o sea, también poner los límites, que tampoco te pasen a llevar”, recomienda a quienes se sientan llamados a trabajar en educación.
Priscila y Jorge ya están cerca de su jubilación, pero siguen trabajando para traer más y mejores oportunidades a la Escuela Básica Bajo Yupehue. Hoy, bajo la administración del Servicio Local de Educación Pública Costa Araucanía, los docentes del establecimiento han accedido a cursos de Colegios que Aprenden para mejorar sus capacidades de gestión y liderazgo y seguir aprendiendo para y por sus estudiantes.