Estimados y estimadas pech 2020 y equipo de Enseña Chile:
Quería empezar agradeciendo al equipo de enseña por elegirme para dedicarle unas palabras a esta nueva generación. Para mí es un honor estar aquí y transmitirles un mensaje de lo que fue mi experiencia en la sala de clases. Sin duda, cada persona tiene su propia reflexión de la experiencia y todas son muy valiosas. Yo les daré 2 consejos que me hubiera encantado que me hubieran dicho antes de empezar la experiencia.
En primer lugar, prepárense para vivir una montaña rusa de emociones todos los días. A veces, lloramos de pena por la situación personal de algún estudiante; o de frustración, porque una clase no salió como esperábamos. Pero también, y en la misma jornada, nos vimos invadidos por un inmenso orgullo al ver el progreso de un estudiante, aunque a sus ojos haya sido pequeño. Nos enojamos con un curso porque, pese a las advertencias, se farrearon una prueba, llegaron sin un trabajo o se mandaron una embarrada.
Este torbellino de emociones se puede vivir de muchas maneras, probablemente hay personas que han dejado el programa por esto y también es probable que otros vivan su vida radiantes y llenos de energía por lo mismo. Si uno canaliza bien las emociones provocará algo positivo y, sino, posiblemente algo negativo. Disfruten, permítanse sentir al máximo cada momento en la sala de clases. Lloren si quieren llorar, si están enojados expresen lo que sienten y aprovechen cada oportunidad para mostrarle a los estudiantes que ustedes vibran con este trabajo.
Mi consejo aquí es que vivan al máximo cada emoción, permítanse sentir las emociones sin caer en la culpa, uno muchas veces tiende a sentirse culpable por la situación de los estudiantes y cree que, sino cambia el mundo, no sirve de nada lo que está haciendo. Es muy común caer en estos pensamientos frustrantes, pero salgan de ahí y recuerden: los estudiantes son el foco y no necesitan profes con culpa, necesitan profes que den su máximo y que se conecten con ellos.
Les quiero contar dos situaciones que me pasaron que se relaciona con vivir conectando con las emociones:
La primera fue en una clase en que había pocos poniendo atención y un estudiante me preguntó: «Profe, ¿está enojado?». Aproveché la instancia y le dije a todo el curso: «Claro que estoy enojado, veo lo que pasará si no aprenden en mi clase y también veo lo que pasará si dan el máximo todos los días. Quiero lo mejor para ustedes y por eso estoy aquí, me frustra y me enoja cuando no lo logro, me enoja estar aquí y no poder hacer que aprendan». Después de eso, la clase cambió drásticamente, y fue mucho mejor que haber gritado o anotado a todo el curso.
Otra historia me pasó cuando una estudiante estaba mirando el celular constantemente yo le decía que lo guardara. Como a la tercera vez, ella me dice: «Profe #·$%& sapo, déjeme ser, no sea metido». Aquí es el momento en que uno tiene que conectar con lo que siente. Primero sentí rabia de que me trate así al frente del curso, luego sentí pena porque pensé que lo que me dijo no era gratuito; obedecía a prácticas en su vida que la llevaron a pensar que era normal tratarse de esa manera y más profundamente sentí cariño por ella y ganas de ayudarla.
Entonces, me acerqué me agaché para hablarle y le dije: «por qué crees que te pido que guardes el celular? Si tu no me importaras, no te diría nada, te dejaría ahí usando tu celular. Pero yo te quiero y quiero lo mejor para tu vida, por eso te insisto en que pongas atención y guardes tu celular». Ella me queda mirando y se sonroja, no sé cuántas personas le habrán dicho que la querían, ella guardó su celular y se puso a escribir.
Es tan fácil caer en la primera emoción de rabia y no conectar más profundamente con lo que sentimos. Estás 2 reacciones que tuve fueron buenas porque conecté con lo que sentí y ellos también pudieron conectar con mi sentir cuando lo transmití. Conéctense y transmitan lo que sienten, ojalá en todas sus clases.
El segundo consejo que quisiera entregar se relaciona con uno de los valores fundamentales de Enseña Chile: «Es posible». Los voy a invitar a que se imaginen un estudiante disruptivo que no quiera aprender, que tenga una vida difícil, quizás conozcan a algún amigo que era así. ¿Lo pensaron? Ahora, quiero que se pregunten qué pasaría si este estudiante a partir de mañana se pusiera a estudiar, a hacer todas las tareas y a poner la máxima atención en clases para que pueda cumplir sus sueños y sacar a su familia adelante.
Probablemente, todos sabemos que, si eso pasara, este estudiante lograría lo que se propusiera en la vida. Cualquier cosa. Aquí es cuando, quizás, escucharíamos a alguien, podría ser una voz interior o algún cercano, que les diría: «Si él cambiara, lograría todo lo que quiere en su vida, pero no lo va a hacer, porque siempre ha sido así, tiene años de vacíos de contenido, tiene una familia relacionada con la droga, sus padres no terminaron octavo básico, su hermano se suicidó el año pasado y su abuelo está preso».
Quiero destacar la frase, «lo lograría, pero no lo va a hacer». Esto lo van a vivir de todas maneras en el colegio y es por frases como estas por las que estamos aquí. Nosotros vinimos a proponer un cambio, no somos estadísticos que andamos calculando las posibilidades que tienen los estudiantes de surgir. No somos nosotros quienes tenemos que explicar por qué los estudiantes fracasan. Ustedes están acá, se van a parar todos los días en esas salas de clases, para dar su 100% y encontrar esa semilla en cada estudiante para que pueda dar su máximo potencial y lograr lo que se proponga en la vida.
Esto es vivir con el valor «Es posible» marcado en la frente, entrar a cada clase convencidos de que en esos 90 minutos encontrarán esa semilla de motivación, que logrará que sus estudiantes, aquel en el que pensamos hace un momento, a partir de mañana empiece con todo. Si entramos a este programa es porque creemos en cada uno de nuestros estudiantes, creemos que pueden aprender al máximo y lograr lo que se propongan.
¿Este camino será difícil para él o ella? Claro que será difícil, porque tiene todo en su contra: un sistema de salud precario, una tremenda brecha educacional, preocupaciones por la situación socioeconómica de su familia, padres muy ausentes porque están trabajando todo el tiempo, largos tiempos de traslado, inseguridad en su barrio, y un largo suma y sigue.
Pero, créanme, esa es la parte de la historia que ellos ya conocen, ellos saben esto: que todo está en su contra. Son ustedes quienes deben ser capaces de cambiar la historia, de desarrollar no solamente conocimiento y habilidades, sino también las actitudes necesarias para que sus estudiantes sean capaces de dar vuelta cualquier situación y seguir adelante.
Les quiero pedir que por favor sigan creyendo que es posible. Sé que hay y habrá miles de razones por las cuales dudar, por las cuales será fácil rendirse al pesimismo. Muchas veces significará tirarse encima a otros profesores, o escuchar que los demás te creen ingenuo, pero de verdad que se puede y solo al final uno se da cuenta. Además, ellos se lo merecen. Se merecen que exista alguien que no deje de creer.
Quiero terminar agradeciendo a la fundación por habernos dado esta oportunidad, una que sin duda marcará nuestras vidas para siempre. Y quiero cerrar con la frase que más me hace sentido de todo lo que les he transmitido: «no vinimos aquí a calcular las probabilidades de que las cosas pasen, vinimos a dar el máximo para que las cosas pasen».
Gracias.
Luis Borgoño, peCh generación 2018.