Martina Carmona, estudiante de cuarto medio del Instituto Regional de Educación de Rancagua, prende su computador unos minutos antes de las 8.30 AM para comenzar su jornada escolar. A pesar de que su colegio tuvo una instancia de educación híbrida durante marzo, ella y su familia decidieron continuar con el formato de educación a distancia que ya había tenido el año pasado, por lo que Martina no ha vuelto a su colegio desde marzo de 2020. Al comenzar cada clase, ella ingresa a la reunión de Meet, saluda a su profesor y compañeros y parte por anotar lo que le dictan. «No es la manera óptima como estar presencial, pero, como dicen por ahí, querer es poder. Uno igual tiene que intentar buscar a través de otros medios aprender y suplir esas necesidades que quedaron al debe», cuenta Martina.
Esta es la realidad de muchos estudiantes de Rancagua y la Región de O’Higgins desde que comenzó la cuarentena a fines de marzo. Los establecimientos educacionales de la zona no lo esperaban, se habían preparado durante todo el verano para implementar la educación híbrida: las comunidades escolares se habían capacitado en protocolos de sanitización, se habían gastado recursos en la compra de los implementos necesarios para hacer del colegio un lugar seguro y los docentes habían planificado sus clases considerando tener a la mitad de los estudiantes en sala y el resto en sus casas. Pero al igual que el año pasado, esa realidad cambió un par de semanas después de iniciado el año escolar y nuevamente la educación tuvo que adaptarse a la distancia.
«Como colegio teníamos la expectativa de hacer clases híbridas este año, pero la realidad ha sido más compleja», relata Víctor Arroz, director del Colegio Ayelén de Rancagua que es parte de la Red de Colegios de Enseña Chile. «Al menos, desde otro punto de vista, la educación a distancia nos pilló mejor preparados que cuando partió la pandemia. Como comunidad escolar ya sabíamos cómo funcionaban las clases online, cómo usar la plataforma Meet y que la comunicación iba a ser por correo electrónico», agrega.
Todos concuerdan en que en esta ocasión ha sido más fácil la implementación de este sistema, pero a la vez ha sido más difícil mantener la motivación para seguir adelante con este formato. «Emocionalmente a todas nos dio duro volver a la cuarentena, a encerrarnos, a estar todas a distancia y no tener contacto con otras personas. Para mis estudiantes fue duro al principio porque ya se habían acostumbrado a salir e ir una o dos veces a la semana al liceo», cuenta Sofía Bermeo, profesora de Enseña Chile que hace clases de Física, Química y Biología del Liceo Bicentenario Técnico de Rancagua.
«Todos estábamos un poco asustados de volver al año pasado porque fue difícil, pero también existía cierto optimismo de que ya habíamos obtenido aprendizajes desde ahí y esta vuelta a la educación a distancia se podía enfrentar de mejor manera», opina Paz Balbontín, directora de Enseña Chile O’Higgins quien está a cargo de la primera generación de profesores de la fundación en la región, que hoy son 10 y trabajan en tres establecimientos educacionales.
¿Y la vuelta a los colegios?
Para el sistema escolar completo la vuelta a la educación presencial es una prioridad, pero depende exclusivamente de que estén dadas las condiciones sanitarias para hacerlo de forma segura. «Es desafiante porque sin duda los aprendizajes que pueden adquirir hoy los estudiantes son menores a un año regular, eso es indudable. No solo desde el punto de vista académico, sino que me refiero a una serie de habilidades socioemocionales que se aprenden en la escuela. A mí me sorprendió mucho ver en marzo a nuestros estudiantes de kínder y de primero básico teniendo comportamientos de estudiantes de prekinder y claro, es super lógico, porque en la práctica ellos no vivieron el proceso de escolarización el año pasado. Uno comienza a ver el impacto que esta situación tiene en los estudiantes», relata Víctor Arroz.
Las familias, estudiantes, docentes, equipos directivos y asistentes de la educación que componen cada comunidad escolar esperan que la educación presencial vuelva de forma pronta y segura, por mientras enfrentan juntos estos desafíos de formas distintas dependiendo de cada contexto. «Para los mismos profesores y profesoras el no poder estar en el día a día con sus estudiantes, viendo sus reacciones e interacciones, es muy difícil y les genera un desgaste aún mayor porque tienen que estar buscando vías para verificar que sus estudiantes están aprendiendo. En este sentido, los apoderados son aliados porque su acompañamiento es clave en los procesos de aprendizaje y eso es algo que nos tiene que dejar como aprendizaje esta pandemia», agrega Paz Balbontín.
Mientras continúa la incertidumbre sobre la vuelta a los colegios, los y las estudiantes siguen aprendiendo. Martina termina sus clases a las 13.00, después almuerza y durante la tarde se organiza para hacer sus tareas y trabajos antes de comenzar el preuniversitario. «Igual siento que se nota que este año fue más organizado. El horario igual fue un poco irregular porque estábamos en fase tres, se pasó a fase dos y después a fase uno, pero ya hay una mayor planificación por parte del colegio este año y eso me ha ayudado mucho a estar más tranquila y no preocuparme tanto por lo que viene a futuro», cuenta la estudiante que terminando este año espera ingresar a la educación superior para estudiar Pedagogía en Lenguaje.