El Colegio Bicentenario Madre Ana Eugenia de Pudahuel, Región Metropolitana, alcanzó a estar una semana en formato híbrido antes de salir de vacaciones de invierno. Fue poco tiempo, pero pudieron poner a prueba esta nueva forma de hacer clases, dando espacio para practicar tanto a docentes como estudiantes. El 26 de julio retornan a clases y la idea es, con el tiempo, ir convocando a un mayor porcentaje de sus 1560 alumnas a sus aulas e ir perfeccionando esta modalidad de trabajo.
El desafío ha sido grande, pero los moviliza un propósito: Entregar oportunidades a sus estudiantes que la educación a distancia no les puede dar. «La escuela no puede ser un espacio solo pensado en lo académico. Lo que hay que potenciar más es poder recuperar nuestro compartir social, nuestras formas de reírnos, poder escuchar al otro y conversar en el recreo. Nosotros hemos trazado con convivencia escolar varias acciones para poder hacer del colegio realmente un espacio no solo para la clase, sino para poder hacer redes, comunicar, pasarlo bien y demostrar nuestras emociones para poder elaborar nuestro mundo interno con otros», explica Jacqueline Lara, coordinadora del tercer ciclo del colegio y Alumni de Enseña Chile.
Ante todo, la comunidad ha sacado varios aprendizajes. Jacqueline Lara enumera al menos tres: Primero, la necesidad de comprender que cualquier retorno, ya sea hacia la presencialidad o hacia la educación a distancia de acuerdo a la situación de la pandemia, debe ser planificado y preparado. El segundo, que la comunidad educativa está aprendiendo a hacer clases híbridas y que se necesita una pedagogía pensada para este nuevo sistema, que comparta buenas experiencias y permita mejorar las estrategias. El tercer aprendizaje es que el dominio técnico es relativo en cada persona y que es necesario entregar una base para que docentes, estudiantes y apoderados puedan enfrentar de mejor manera la educación híbrida.
Pero todo este proceso no ha sido fácil y ha requerido de mucha adaptación. «Esto obliga también al personal docente y a todos los que trabajamos aquí a tener una enorme flexibilidad, a tener mucha tolerancia y a lidiar con frustración, con emociones super fuertes como el enojo, la ira y la impotencia. Y lo único que queda ahí es apoyarse y tener mucha paciencia entre todos», opina la coordinadora.
Finalmente, hay un acuerdo en la comunidad escolar de la relevancia que tiene este proceso y eso les permite seguir adelante. «¿Por qué abrimos? ¿Por qué somos híbridos? Porque nuestros estudiantes necesitan recuperar su presencialidad porque la virtualidad, si bien, nos ha ayudado a aplacar el daño que produce en educación esta crisis sanitaria, no es el mejor de los planes para que las personas aprendamos, todavía. Al perder el contacto con las personas y con difícil que es que algunos tengan su cámara y sus micrófonos encendidos para hablar, se genera acto comunicativo fallido. Así es muy difícil co-construir los aprendizajes como corresponde en el siglo XXI. Desde ahí es fundamental que nuestros apoderados tomen la determinación valiente y riesgosa de poderlos enviar al colegio y hay apoderados que lo han hecho», concluye Jacqueline.