Por Javier Ferreira, profesor de Enseña Chile en Tarapacá.
La Alegoría de la Caverna, de Platón, es sin duda un indispensable elemento de la filosofía, pero también una herramienta para introducir pensamiento crítico, descubrir que el mundo que se nos presenta inmediato a nuestros sentidos, es apenas un reflejo de una realidad superior. Le explicaba esto a mis estudiantes de filosofía, armado de un set de imágenes y una pizarra digital, narrando el ‘ascenso’ que realiza uno de los prisioneros (en analogía al filósofo), desde el ‘mundo sensible’, que percibimos con nuestros sentidos, al ‘mundo inteligible’ o ‘mundo de las ideas’, de lo real y eterno, que se percibe por la razón. Y así también, entre otras cosas, nos describe la misión moral y pedagógica del exprisionero; liberar a los otros prisioneros y enseñarles la salida.
En este punto de reflexión, fue inevitable para mis estudiantes, para mí, para todos y todas, tal vez, vincular nuestra experiencia del ciberespacio y la cibercultura, a la situación de los prisioneros y las siluetas proyectadas en la caverna. Mis estudiantes claro, respondieron a esto a través de Google Forms. Compararon las siluetas con nuestros computadores y dispositivos portátiles. Esos mismos desde los cuales participan de las clases por meet y comparten sus reflexiones.
Y es que cabe preguntarse en la actualidad ¿hasta qué punto el ciberespacio es sólo ilusión? La 9° Encuesta Nacional de Juventud, efectuada por INJUV, expresaba una ‘realidad’ en que el 85% de los jóvenes entre 15 y 19 años pasa más de 7 horas conectado a internet. Misma ‘realidad’ en que en 2019, el 80% de los jóvenes de entre 18 y 29, confían más en redes sociales que en medios ‘oficiales’ impresos o digitales, según la 11° Encuesta sobre Participación, Jóvenes y Consumo de Medios de la Universidad Diego Portales. Pero, sobre todo, cabe preguntarse sobre la realidad del ciberespacio, en un momento de la historia en que el aislamiento físico nos ha hecho depender de él, para siquiera tener una ‘realidad social’. Lo que nos muestra, además, que no somos los sujetos pasivos de la caverna, pues ellos no influían en lo que mostraban las siluetas; en el ciberespacio, somos sujetos activos. Más allá de la paradoja entre falta de privacidad y anonimato, somos, en última instancia, quienes deciden donde hacer click.
Creo que la pandemia nos muestra que el ciberespacio no tiene que ser ese espacio del que nos gusta renegar a veces, por ilusorio o irreal, pues no tan sólo afecta nuestra realidad objetiva, a través de nuestras creencias y decisiones influenciadas por la cibercultura, sino que también está siendo nuestro último bastión contra el aislamiento social. Visto así, reinterpretando nuevamente la alegoría, si nos pudiésemos identificar con su protagonista, creo que nuestra misión no sería liberarnos/liberar estudiantes del ciberespacio, cual si fuera la misión del exprisionero, la de libertador. Creo que más bien se trata recuperar, en el ciberespacio, aquel espacio público que perdimos con la pandemia, en el que todos y todas decidimos qué, cómo y cuánto informarse, valiéndose de la razón y -por qué no- un buen uso de filtros de Google TIC’s. Se trata también, de ponderar el alcance de lo que comunicamos, en la era en donde cada voz alcanza millones.
Es tiempo de recuperar el diálogo, animados por la búsqueda de verdades y lugares comunes, no por la victoria del debate, la imperante necesidad de opinar, o la tentadora oportunidad de insultar a quien piense distinto, desde el anonimato. Es tiempo -sobre todo para profes y estudiantes - de recuperar lo social en lo cibernético. Pues el día en donde mueren las confianzas, es el día en que triunfa verdad individual, la verdad donde todos/as y nadie tiene razón; la posverdad.
Fuentes: http://www.injuv.gob.cl/storage/docs/9%C2%B0_Encuesta_Nacional_de_Juventud_2018.pdf
https://vergara240.udp.cl/wp-content/uploads/2020/01/GraficosEncuestaJovenes2019.pdf