Enseña Chile
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Cuando Matías Negrete, de 29 de años, se encontraba estudiando Ingeniería Civil Industrial en la Universidad Católica de Valparaíso, comenzó a cuestionarse cuál iba a ser su contribución a la sociedad al momento de salir. Desde la elección misma de carrera hasta dónde iba a trabajar fueron interrogantes que lo llevaron a replantearse las cosas y, por eso, cuando conoció a Enseña Chile, vio en el Programa de Liderazgo Colectivo un camino que le daba sentido a su ejercicio profesional y le permitiría ampliar su visión del sistema educativo, la brecha escolar y, por supuesto, de sí mismo. 

Desde ese encuentro han pasado dos años y hoy, a días de haberse convertido en uno de los 924 Alumnis de la red de Enseña Chile, Matías hace un repaso de lo que fue su experiencia como profesor de Matemáticas en la ciudad de Viña del Mar. 

  • ¿Cómo fue tu experiencia durante los dos años del programa? 

En uno los encuentros formativos que tuvimos nos dijeron “ustedes van a llegar pensando que los estudiantes van a aprender mucho de ustedes, pero se van a dar cuenta que al final ustedes son los que van a terminar aprendiendo más de ellos”. Mi experiencia como profesor de Enseña Chile es precisamente esa.  

Me siento un privilegiado de haber conocido la comunidad educativa en la cual estuve. Es algo tan gratificante conectarse con los estudiantes, con las realidades de los profesores, de los apoderados y compartir trayectorias de vida tan distintas y aun así poder conectarse. Siento que no es algo que se acabe con los dos años de programa. Siento que con muchas de las personas que he conocido en hemos creado lazos que no se terminarán acá. 

Hasta el momento ha sido una de las experiencias más movilizadoras que he tenido en toda mi vida. Sin lugar a dudas, de un crecimiento monumental. He aprendido mucho a escuchar activamente y a poner atención a los estudiantes.  

  • Si nos vamos al principio, ¿cómo recuerdas la Escuela de Verano? 

Ese proceso fue un poco anómalo, porque estábamos en pandemia y fue la única escuela presencial del 2021, entonces había muchos protocolos sanitarios.  

La previa a la Escuela de Verano fue online y muy bonita, porque hice amistades rápidas y duraderas hasta el día de hoy con los chicos y chicas de la mentoría.  Construimos un grupo muy bonito que nos reunimos periódicamente, compartimos, nos apoyamos y llegar a la escuela fue conocernos físicamente después de haber pasado por la pantalla. Entonces fue muy bonito en lo humano, fue muy potente y nos enfrentamos a todo lo que significaban las actividades más pedagógicas.  

En mi caso fue enfrentarme a algo nuevo, porque no había hecho clases de Matemáticas. Entonces fue entretenido, desafiante y siento que esa instancia fue muy genuina, tanto de los estudiantes, que se notaba que querían estar ahí y que estaban motivados, y de nosotros que queríamos dar el máximo. Cada rostro de los futuros profesores y profesoras demostraba unas ansias por dar lo mejor en cada instancia de aprendizaje que disponíamos en esa Escuela de Verano. 

  • Sabemos que durante la escuela hubo una estudiante con la que generaste un vínculo muy especial. ¿Nos puedes contar quién era y qué sucedió con ella? 

Esa Escuela de Verano se dividió en dos sedes: Los Andes y San Felipe. En mi caso, asistí a esta última y en el curso que me tocó había una alumna, Aylin Molina, originaria de Putaendo, y una de las alumnas más curiosas intelectualmente. Muy genuina en su búsqueda de saber más, de preguntar, de conocer, también de desafiarme a enseñarle mejor y buscar incluso formas de aprendizaje que fueran más aterrizadas a sus propias realidades. Ella estaba pasando a cuarto medio y tenía muchas inquietudes sobre qué estudiar el próximo año. Entonces cuando nos conocimos, de alguna forma se creó un lazo un poco intelectual. Yo me di cuenta que ahí había una semilla de querer superarse, de seguir. Ella tenía mucho potencial, pero sobre todo tenía la actitud, las ganas y la curiosidad. 

Le ofrecí ayuda en Matemáticas e Historia, la primera porque es de mi disciplina y la segunda porque siempre me fue muy bien. Aceptó y, como yo no podía ir hasta Putaendo, porque me quedaba muy lejos, nos podíamos conectar online dos veces a la semana, una sesión para cada asignatura. Le dejaba tareas, hacíamos pruebas, tratábamos de desarrollar ciertas habilidades y comprender ciertos procesos, etc. Fue muy bonito acompañarla durante el año, porque notoriamente fuimos de menos a más y también trabajando esa ansiedad de “voy a salir del colegio y me enfrento a un mundo nuevo donde me gustaría estudiar en la universidad, pero no sé si pueda, porque implica irme a otra ciudad”.  

Finalmente le fue bien en la prueba y tenía muy bien NEM, así que entró a Contabilidad en la Universidad Católica de Valparaíso. Estaba tan orgulloso de ella, tan contento de sus logros. Una de las cosas que quise transmitirle fue que una cosa era entrar a la universidad, pero ahí empieza el desafío mayor que es mantenerse.  

Yo nunca quise desligarme de ese proceso que habíamos iniciado, porque sabía que el primer semestre iba a ser intenso para ella, así que traté de brindarle todo mi apoyo y después obviamente ella iba a tomar vuelo propio. Y así lo ha hecho. Entiendo que terminó de manera exitosa el año y sigue avanzando en ese proyecto.  

  • En base a esta experiencia con Aylin, ¿de qué manera ves el impacto del Programa de Liderazgo Colectivo en las y los estudiantes? 

Lo veo en el rol transformador que tenemos en la trayectoria de vida de cada estudiante. Lo vi en Aylin, lo vi en la escuela, y no sólo en cuanto a lo académico. Sino que hay un impacto en lo valórico, en el propósito que le dan a su vida. Ha sido súper potente el paso por Enseña Chile y me he dado cuenta del efecto que he tenido en cada uno de ellos, desde las conversaciones, las reflexiones personales y grupales, las clases, etc.  

  • Luego de tus dos años haciendo clases, ¿qué le dirías a alguien que está pensando en postular al programa? 

Le animaría a postular, porque creo que es una oportunidad única de crecimiento profesional y personal. También hay que ser valiente, porque hay que entrar dispuesto a enfrentarse a una realidad distinta, con muchas visiones y con entornos muchas veces desafiantes, pero hay que ser capaz de navegar esas aguas turbulentas y sacar lo mejor de todo.  

A veces uno piensa que el impacto es mínimo, pero es tan grande, uno no se da cuenta. Desde dar un abrazo, escuchar, enseñar, etc. Enseñar es una oportunidad totalmente movilizadora, sobre todo si se quiere marcar una diferencia, tanto en el quehacer de uno como en la vida de los estudiantes y de toda la comunidad educativa. 

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